Sunday, February 6, 2011

El dolor de la circuncisión: ¿En realidad resulta “breve”?

Uno de los pretextos más trillados que padres y doctores todavía utilizar para decidir amputar de manera innecesaria el prepucio sano de un niño varón; es el doble argumento (falso, desde luego) atribuido al dolor.

En primer lugar, existe el consenso general de que el dolor que siente el bebé es un dolor despreciable, puesto que “no es recordado” (gran mito).

Y eso cuando no se comete la barbaridad, todavía recurrente, de atreverse a decir que el recién nacido o bebé “ni siquiera puede sentir dolor, puesto que sus terminales nerviosas no están desarrolladas aún”, o algo así. ¡Fuertes declaraciones!... Diablos, gente, si tan sólo nos pusiéramos a repetir despacio semejante atrocidad. Repítanla conmigo tres veces. Despacio. El recién nacido no puede sentir dolor. El-recién-nacido-no-puede-sentir-dolor. El-re-cién-na-ci-do-no-pue-de-sen-tir-do-lor; y por lo tanto, es perfectamente ético, incluso benéfico, que yo lo golpee, jale de los cabellos si es que nació con algunos, pise los deditos, queme con un cigarro o bien, en el nombre sea de su salud (o quizá de Jehová), lo amarre a una plancha médica causándole pavor, y proceda a amputarle una parte de los genitales. Y sin anestesia, como hacen todavía muchos doctores; al fin y al cabo éste pequeño ente llorón y biológicamente subdesarrollado “no puede sentir dolor”.


Una cosa es decir que no siente dolor y otra cosa decir que no recordará ese dolor. Ambas son falsas, desde luego. Dolorosas, desolladoras, sangrante y cortantemente falsas. Desearía no tener que recurrir a los links que dicen más que mil palabras; pero por favor, que alguien vea esto y ose seguir afirmando que los recién nacidos no sienten dolor:

Todos ellos lo sienten…

http://www.youtube.com/watch?v=hW1a9VUu4i4

También él:

http://www.youtube.com/watch?v=UAGNnqyNidY

Y éste otro:

http://www.youtube.com/watch?v=uTB_tlKpPuY


Una vez que éste punto quedó claro, pasemos a lo del recuerdo. Deseo que la psicología y psiquiatría sigan evolucionando a un ritmo veloz y que por fin la gente entienda que, aunque no todas nuestras experiencias las recordemos conscientemente, *TODAS* ellas nos afectan de una u otra manera. Sí, incluso desde antes de nacer. El dolor en los bebés no es despreciable. ¡Nunca lo ha sido!... El dolor, en los recién nacidos, puede resultar mucho más trascendente que en un niño, joven o adulto. Esto es por la simple razón de que el bebé todavía no puede racionalizar el dolor que siente, no puede ponerle nombre, no puede articularlo, no puede reflexionar sobre sus orígenes, no tiene ni idea quién se lo causa, ni cómo lo puede evitar. Y ésa es la diferencia entre el dolor y el trauma. Una chica que se quiere perforar las orejas sabe que le dolerá, pero puede reconocer la causa del dolor, racionalizarlo, medirlo y enfrentarlo como sacrificio a cambio de algo positivo: a cambio de usar aretes. Un niño de dos años se machuca un dedito con la puerta y llora, está muy molesto; pero ya puede empezar a entender que su dolor tuvo una causa, y que esa causa es evitable. Un bebé no puede hacer nada de esto, y ésa es la diferencia entre dolor y trauma. Para el bebé de pocos días o semanas de vida, cualquier dolor es traumático porque él no podrá identificar ni causas, ni consecuencias, ni manera de evitarlo, ni racionalizar ni entender por qué. Lo que es más; cualquier dolor que sienta un bebé va a ser un "primer dolor": debe ser terrorífico para él. Además, su mundo se reduce a su madre y nada más. Cualquier dolor traumático, él inmediatamente lo asociará con su madre; la única persona a la que conoce. El niño preescolar que se cae de la escalera siente dolor, pero no le resulta traumatizante porque al menos ya sabe lo que es la escalera y lo que es caerse. También aprenderá a no caerse.



Hoy en día las mamás, desde que se enteran de su embarazo, andan haciendo ejercicios especiales, escuchando música suave o recurriendo a Mozart con la esperanza de que estire un poco el I.Q. del futuro hijo, a quien por supuesto le hablará; una vez que nace está concentrada en ésta u otra terapia, éste o aquél masaje, la estimulación temprana… si allí pueden darse cuenta y consecuentar la idea de que ésas experiencias tempranas afectan a su bebé, ¿cómo es que cuando se trata de la amputación genital de pronto olvidan ésa sabiduría?... ¿Cómo sucedió que le compraron a un doctor interesado (o desinformado) la idea de que su bebé no sentiría nada si le despellejaran, sin anestesia, la parte más sensible del cuerpo?...

Ahora movámonos a la idea principal de éste mini-estudio.

Primero, un disclaimer. Quiero dejar muy claro que la circuncisión masculina hoy en día es reconocida por muchos grupos como una mutilación genital, que le hace al niño (y al hombre en que se convierte) mucho más daño que cualquier potencial “beneficio”. Es un acto completamente antiético el tomar a un varón sano, de la edad que sea, desde dos horas hasta cien años de vida, y amputarle por la fuerza una parte sana y útil de su anatomía. Pero esto sería igual aún cuando la circuncisión no doliera en lo absoluto. Incluso si el dolor fuera un elemento completamente ajeno al tema, si jamás ningún niño ni bebé sintiera de verdad ningún dolor al ser circuncidado, aún así sería una violación de sus derechos humanos fundamentales. Amputar una parte del cuerpo innecesariamente hace daño, y afecta. Independientemente de si le dolió o no. Desearía no tener que obviar esto; pero hacer daño está mal, aunque no haya dolor. Violar a una mujer que no puede sentir dolor porque está drogada… ¿estaría bien, o estaría mal?

Una vez negada esa responsabilidad; volvamos a éste lugar llamado “realidad”, en donde hacer una circuncisión sí duele, y desde luego que duele muchísimo. Esto nos trae de regreso al primer párrafo: el doble pretexto que se da a menudo para hacer esta amputación es, primero, que el dolor que siente el niño es despreciable puesto que no será recordado, y además, “que es muy breve”.

Parece que ya olvidamos el principio fundamental del tiempo relativo a nuestras edades. ¿Dónde quedó aquello de “lo rápido que pasa el tiempo” conforme crecemos? ¿Es que lo hemos olvidado?...

El tiempo parece correr más rápido mientras crecemos. Éste es un principio tan simple que cualquiera de nosotros lo ha notado, y puede comprender la razón con matemáticas elementales: mientras más años vivimos, menos tiempo de nuestra vida representa cada año, proporcionalmente. Un año parece un tiempo inconmensurablemente largo cuando sólo hemos vivido cuatro; pero se pasa en un suspiro cuando ya hemos visto pasar sesenta. Cada año de tu vida parece más corto porque cada uno de ellos va representando una porción menor de lo que has vivido. Cuando vas en la primaria, el horario escolar se siente interminable, mientras que en la universidad resulta cortísimo. Cuando sólo has vivido algunas horas, pues cada hora es para ti como un cuarto de siglo para el abuelo. Y si eres un recién nacido, básicamente estás atrapado en un eterno “éste instante”.

Lo cual nos trae a darnos cuenta de que, para un recién nacido, la experiencia dolorosa no solamente es traumática porque no se la puede explicar, sino que además resulta interminable, en su percepción de las cosas.

Hagamos un cálculo de proporciones. Simples proporciones.

Comparemos la longitud, proporcional al tiempo de vida, de lo que dura una operación de quince minutos (la duración de la circuncisión típica), para un bebé de dos días, extrapolándolo como si fuera un adulto de, digamos, treinta años.

El adulto ha vivido 30 años, que equivalen a aproximadamente 10,950 días (calculado el año con 365 días), o sea 262,800 horas, o sea 15,768,000 minutos. Bueno. Un dolor intenso de quince minutos sólo representa, para él, el 0.000095% de su vida. Manejable, supongo.

Pero un bebé de dos días tan sólo ha vivido 48 horas, y un gran total de 2,880 minutos. Soportar un desgarramiento genital durante quince de ellos, equivale al 0.52% de su vida.

¿Todavía suena chiquito? ¿Un numeritito?... Vamos a ver qué pasa si a un adulto de treinta años le pidiéramos que soportara un dolor inaguantablemente intenso durante el 0.52% de su vida.

Le estaríamos pidiendo que soportara un dolor con duración de… 81,993.60 minutos, o sea, 1,366.56 horas, o sea 56.94 días. ¿Hay algún voluntario que se anime a sentir cuchillos y prensadoras en su pene durante casi cincuenta y siete días?... ¡Vamos, que se trata de una operación bien rápida y sencillita!




Video: esto durante cincuenta y siete días, con sus noches. ¿O qué no te atreves?

OK, pongamos que el niño no tiene dos días sino ocho, la edad a la que se debe circuncidar a los niños judíos. Y tan sólo por considerar otros argumentos, pongamos que la operación no dura quince minutos, sino cinco. Dicen que los “mohels” mutilan un poco más rápido.

Le estamos pidiendo que aguante un dolor durante el tiempo equivalente al 0.043% de su vida. Para el adulto de treinta años, sería como aguantar el bisturí (sin anestesia, no puedo subrayarlo demasiadas veces) durante 113 horas, ¡ya nada más 4.7 días con sus noches!... ¡Mucho mejor!

Una tortura que dura cuatro días con dieciséis horas, sin descanso, es una práctica digna de las guerras más atroces. Perdón por señalarlo.

¿Y si el bebé tiene seis meses?... OK, quince minutos son para él un 0.0057% de la vida. Lo que para un adulto de treinta años sería como un desollamiento de catorce horas.

¿Cuál es, sin embargo, la conclusión correcta?... La conclusión no es que hay que esperar más tiempo antes de hacer una amputación forzosa, innecesaria, dolorosa y dañina. La conclusión es que no hay que hacerla nunca, punto; y menos sin el consentimiento informado del dueño del cuerpo.

Pero ésa falacia de que “cuanto antes mejor, porque el bebé no lo recordará y es muy breve”, ya deberíamos ir usando el cerebro para darnos cuenta de lo volteada que está. Al contrario: cortar los órganos genitales de un bebé que ni siquiera puede entender lo que le está pasando, y que además es un dolor que proporcionalmente representa para él un tiempo grotescamente largo, es bastante más perverso, dañino y cruel.


Popular Posts